The Journey: Carol Morgan: “New Zealand taught me humility”
Carol Morgan’s story as an immigrant is a journey that traces back to her birth. Born in Argentina to an English father and a mother of Lebanese descent, she carried a natural passion for adventure and diversity in her blood from the very beginning.
From a young age, she proved to be a natural-born entrepreneur. At the age of 17, she was already at the helm of her own fashion company. At 21, she got married and moved to the United States, where her daughter Soledad came into the world. In addition to studying International Relations, Carol found a passion that filled her heart: helping others. In college, she became an essential support for two young people with disabilities, an experience that taught her the true meaning of gratitude. “It was then that I discovered what it truly means to be grateful.”
Over time, she returned to Argentina where she completed her degree in Law and then became an official mediator. But that wasn’t enough and she also ventured into the field of Economics.
In 1998, Carol had an innovative vision. She partnered with a respected international economics professor, and together they founded an e-learning company long before it became a trend. “I implemented this system in universities all over the world, working with high-calibre individuals, including Nobel Prize laureates. All of this was to highlight the importance of this tool that would ultimately change the world, as we all now know.”
After 15 years of tireless work came a significant emotional moment: Carol decided to embark on a new adventure with her daughter - a successful organic food business that operated for three years.
Throughout her life, even while living in different countries, Carol has always dedicated part of her time to helping others. “If one is in a privileged position, one owes a lot to life,” she says with conviction.
Her children had grown up and, after years of working on innovative projects, one day she overheard a conversation about New Zealand. At that moment, she felt it was time for a change and, after a vacation with her daughter, chose Queenstown as her new home. “My soul knew that I needed a change, and that change had to be on another continent.”
The transition was far from easy. Carol arrived in 2017 alone and with the firm belief that her experience and education would be her best calling card. But reality was totally different. Her first job was in the hospitality industry. “When I arrived here, I faced many challenges in having my worth acknowledged. Despite having many skills and experience in various markets, I found myself serving food and cleaning bathrooms.
That’s when I truly understood what it means to be an immigrant,” she tells us with a smile.
Committed to providing support to those in need, she got involved in volunteer work starting with the Citizens Advice Bureau. “When you don’t know what to do, you simply go out and help others. And I assure you that giving opens a multitude of doors,” she says passionately.
Carol also tells us that integration takes time and that overcoming fear is crucial. She says it’s like a series of small victories that culminate in mutual acceptance. That’s why she advocates for an open and honest perspective, far from victimhood and focused on contributing and adding value to the community.
For her, the experience of starting a new life in New Zealand was a great learning journey. “New Zealand taught me humility. I owe a lot to this place because it helped me understand the power of my own vulnerability. Here I realised that we are all equal, regardless of our background or education. We are all in the same boat and we must row together if we want to reach a good harbour.”
Currently, she works at Headlight Trust as a mental health facilitator and also continues to organise events to support the community. From festivals to women’s circles, her commitment to mental well-being is undeniable.
And as a final surprise, Carol has an even more ambitious plan. Her passion for the cause of immigrants and their families has become a burning fire inside her. Her goal is to enter politics and take an active role in Parliament. She wants to collaborate in creating inclusive policies that address the needs of those who struggle to be a part of this country. “Channeling cultural differences in a positive way will add value, colour, and joy to our society.”
Spanish translation:
Carol Morgan – “Nueva Zelanda me enseñó humildad”
La historia de Carol Morgan como inmigrante es una travesía que se remonta a su nacimiento. Nacida en Argentina, con un padre inglés y una madre de ascendencia libanesa, desde el principio llevó en su sangre la pasión por la aventura y la diversidad.
Desde temprana edad, demostró ser una emprendedora nata. A los 17 años, ya estaba al frente de su propia empresa de moda, y eso era solo el comienzo de su camino. A los 21 años, contrajo matrimonio y se mudó a Estados Unidos, donde su hija Soledad vino al mundo. Además de estudiar Relaciones Internacionales, Carol encontró una pasión que llenaba su corazón: ayudar a los demás. En la universidad, se convirtió en un apoyo esencial para dos jóvenes con discapacidades. "Fue entonces cuando descubrí lo que realmente significa ser agradecido".
Con el tiempo, regresó a Argentina, donde completó su carrera de Derecho y luego se convirtió en una mediadora oficial. Pero eso no era suficiente y se aventuró en el estudio de la Economía.
En 1998, Carol tuvo una visión innovadora. Se asoció con un respetado profesor de Economía a nivel internacional y juntos fundaron una empresa de e-learning, mucho antes de que se convirtiera en tendencia. "Implementé este sistema en universidades de todo el mundo, trabajando con personas de alto calibre, ¡incluso con ganadores del Premio Nobel! Todo esto para destacar la importancia de esta herramienta que finalmente cambiaría el mundo, como todos ahora sabemos”.
Después de 15 años de trabajo incansable y un momento emocionalmente significativo, Carol decidió emprender una nueva aventura junto a su hija: un negocio exitoso de alimentos orgánicos que operó durante tres años.
A lo largo de su vida, incluso mientras vivía en diferentes países, siempre destinó parte de su tiempo a ayudar al resto. "Si uno está en una posición privilegiada, le debe mucho a la vida", afirma con convicción.
Sus hijos habían crecido y después de años de trabajar en proyectos innovadores, un día escuchó una conversación sobre Nueva Zelanda. En ese momento, sintió que era hora de un cambio y, después de unas vacaciones con su hija, eligió Queenstown como su nuevo hogar. "Mi alma sabía que necesitaba un cambio, y ese cambio debía ser en otro continente".
La transición no fue nada sencilla. Carol llegó sola y con la firme certeza de que su experiencia y educación serían su mejor carta de presentación. Pero la realidad fue totalmente distinta. Su primer trabajo fue en la industria de la hospitalidad. "Cuando llegué aquí, enfrenté muchos desafíos para que reconocieran mi valía. A pesar de tener muchas habilidades y experiencia en diversos mercados, me vi sirviendo comida y limpiando baños. Ahí entendí lo que realmente significa ser un inmigrante", nos cuenta con una sonrisa.
Comprometida en brindar apoyo a quienes lo necesitaban, se involucró en trabajos voluntarios, comenzando en el Citizens Advice Bureau (CAB). "Cuando uno no sabe qué hacer, simplemente sale y ayuda a los demás. Y les aseguro que dar abre un sinfín de puertas", afirma con pasión.
Carol también nos dice que la integración lleva tiempo y que superar el miedo es fundamental. Es como una serie de pequeñas victorias que culminan en una aceptación mutua. Por eso, Carol aboga por una perspectiva abierta y honesta, alejada del victimismo y centrada en contribuir y agregar valor en la comunidad.
Para ella, la experiencia de comenzar una nueva vida en Nueva Zelanda fue un gran aprendizaje. "Nueva Zelanda me enseñó humildad. Le debo mucho a este lugar porque me ayudó a comprender el poder de mi propia vulnerabilidad. Aquí entendí que somos todos iguales, independientemente de nuestro origen o educación. Todos estamos en el mismo barco, y debemos remar juntos si queremos llegar a un buen puerto".
Actualmente, Carol trabaja en Headlight Trust como trabajadora de salud mental. Además, sigue organizando eventos para apoyar a la comunidad. Desde festivales hasta círculos de mujeres, su compromiso con el bienestar mental es innegable.
Y como sorpresa final, Carol tiene un plan aún más ambicioso. Su pasión por la causa de los inmigrantes y sus familias se ha convertido en un fuego que arde con fuerza en su interior. Su objetivo es ingresar a la política y asumir un papel activo en el Parlamento, para colaborar en la creación de políticas inclusivas, que aborden las necesidades de aquellos que luchan por ser parte de este país, ya que según agrega, "las diferencias culturales bien canalizadas agregan valor, color y alegría a la sociedad”.